Dormir poco engorda: ¿Por qué?

29 noviembre, 2016 by Instituto de Obesidad0

image-phpLos estudios se muestran claros al respecto: las horas de sueño influyen en el peso de las personas. Concretamente, tanto los niños como los adultos que pasan en la cama pocas horas tienen más riesgo de obesidad.

Un ejemplo claro de ello es el Estudio de Salud de Enfermeras (Nurses’ Health Study), en el que los investigadores siguieron a alrededor de 60.000 mujeres durante 16 años, preguntándoles acerca de su peso, hábitos de sueño, la dieta y otros aspectos de su estilo de vida. Al comienzo del estudio, todas las mujeres estaban sanas y ninguna padecía obesidad. Pasado el tiempo del estudio, las que dormían 5 horas o menos por la noche tenían un 15%  más de riesgo de convertirse en obesas, en comparación con las que dormían 7 horas.

Ir tarde a la cama: comer más alimentos calóricos   

Y, al parecer, el momento del día de acostarse, es otro factor importante. Cuanto más tarde va una persona a la cama, más posibilidades de engordar: porque aumenta el apetito por los alimentos más calóricos y por los carbohidratos, tal y como ha reconocido uno grupo de investigadores del Laboratorio del Sueño y Cronobiología del Hospital Universitario de Pennsylvania (EEUU), y publicado en la revista Sleep.

Se sabe, además, que el sobrepeso y la obesidad aumentan el riesgo de desarrollar insomnio, ansiedad o estrés. Estos últimos son otros factores que influyen en el aumento de peso, lo que convierte los problemas de sueño en un ‘noria’ que puede llevar a la ganancia de kilos. Los investigadores llegaron a estas conclusiones después de analizar la evolución de un grupo de 225 personas sin sobrepeso, con edades comprendidas entre los 22 y los 50 años, a las que se controló en condiciones de laboratorio durante 18 días consecutivos.

A los participantes se les dividió en dos grupos. Al primero se le restringió el tiempo de sueño a cuatro horas por noche (de 04:00 a 08:00 horas), mientras que al segundo aumentó la estancia en la cama durante diez horas. El horario de las comidas fue el mismo para todos los participantes. Los autores de la investigación advierten en sus conclusiones que una sola noche de desvelo es suficiente para alterar los bioritmos normales del organismo y tender a comer más alimentos ricos en grasas. El cansancio físico es uno de los efectos más visibles en las personas que duermen mal o poco, pero también lo es el aumento del apetito, principalmente durante las horas nocturnas en las que se está despierto.

En el caso de los niños

Los investigadores consideran que en las últimas décadas se han generalizado entre la población los malos hábitos de sueño que, unidos al sedentarismo y a la mala alimentación, perjudican gravemente la salud. Y en el caso de los menores, estos tres factores se están produciendo de forma generalizada, aumentando en ellos el sobrepeso y la obesidad.

Según una investigación del Centro para el Crecimiento y Desarrollo Humano de la Universidad de Michigan, los niños de entre 9 y 12 años que dormían menos de nueve horas cada día son más propensos a ganar peso que aquellos que dormían más. Los chicos que cursan primaria deberían dormir entre 10 y 12 horas por noche, según la Fundación Nacional del Sueño de EEUU. No descansar lo suficiente puede cambiar el metabolismo de los carbohidratos y causar deterioros en la tolerancia a la glucosa, lo que puede afectar el peso, según recogió la revista ‘Pediatrics’.

Los mecanismos

Podemos determinar que hay varios ‘caminos’ por los que la privación del sueño puede aumentar las posibilidades de aumentar el peso:

-Las personas privadas de sueño pueden estar demasiado cansadas para hacer ejercicio y disminuyen el gasto calórico.

-No dormir lo suficiente aumenta la necesidad de ingerir más calorías, al igual que al estar más tiempo levantados hay más oportunidades para caer en la tentación de picotear.

-Factores biológicos: La falta de sueño también altera el equilibrio de las hormonas clave que controlan el apetito. De hecho, dormir menos reduce la secreción de leptina, una hormona que suprime el apetito y, por el contrario, aumenta los niveles de grelina, una hormona que estimula el apetito.

 

Desde el Instituto de la Obesidad deseamos compartir esta información con todos para contribuir a un mejor entendimiento de los hábitos que van en contra de mantener un peso saludable y porque creemos que todos ellos forman parte importante de la batalla contra la obesidad.

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